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viernes, 12 de septiembre de 2014

LA PESTE NEGRA

  Tras algunos siglos  de cierta prosperidad, Europa tuvo que enfrentarse al siglo más calamitoso de su historia: el siglo XIV.  Este siglo fue testigo del inicio de la llamada pequeña edad de hielo y del comienzo de la guerra de los cien años, enfrentamiento entre Inglaterra y Francia de gran repercusión más allá de las fronteras de ambos reinos.


La Peste Negra


  Sin duda, la mayor pesadilla tuvo lugar a mediados de siglo (entre los años 1348 y 1353): una epidemia que acabó con casi la mitad de los 80 millones de personas que habitaban en Europa. En esas fechas se propagó por toda Europa una enfermedad con una virulencia y un nivel de contagio no conocido hasta entonces, que producía una muerte terrible; este fue un hecho que quedaría marcado  en la mentalidad y sería reflejado en todas las manifestaciones artísticas de la época; una epidemia que, aún en nuestros días, es motivo de estudio y disputa entre científicos e historiadores. Nos referimos a la terrible peste negra.



La enfermedad


  La llamada peste negra es una enfermedad contagiosa producida por un bacilo (yersinia pestis), cuyo nombre, debemos a su descubridor, el microbiólogo suizo Yersin. Yersin hizo el descubrimiento estudiando un brote de esta enfermedad en el sudeste asiático a finales del siglo XIX.



La enfermedad

  Tras un periodo de incubación de unos cuarenta días, se empiezan a sufrir los primeros síntomas: fiebre alta, sensación de agotamiento físico, escalofríos, nauseas y mucha sed.
Tras esto, la enfermedad puede manifestarse de tres formas diferentes pero inequívocas:

- Peste bubónica, la más frecuente.
- La forma pulmonar o neumónica. 
- La forma septicémica.


La peste bubónica 

 Se caracteriza por la inflamación de los ganglios linfáticos en cuello, ingles y axilas hasta formar el llamado bubón, bulto del tamaño de un huevo, purulento y de olor nauseabundo.


 La forma pulmonar 

   Es una infección que se produce por inhalación directa de partículas de saliva contaminadas por el bacilo. Su inicio es súbito y está acompañado por ahogo, tos y esputos con sangre (cuadro muy parecido al de la tuberculosis, producida por otro bacilo).



La transmisión de la enfermedad


La tercera y más letal es la septicémica 

  Se produce cuando el bacilo es diseminado por todo el cuerpo desde los bubones o el pulmón. En esta fase se aprecian moratones y hemorragias internas de un color negruzco, diseminadas por todo el cuerpo. De aquí toma el nombre la enfermedad. Si la enfermedad se desarrolla hasta este punto, la muerte es segura.

   La mortandad de la enfermedad es elevadísima: en la primera forma, alcanza una tasa de entre un 40 y un 50 por ciento; en la fase neumónica entre el 90 y el 100 por ciento; en la septicémica del 100%.

    El proceso de transmisión es complicado. Hay que reseñar que es una enfermedad que afecta a los roedores de todas las características, en especial las ratas. La infección es transmitida por la pulga de la rata. Esta pica al roedor infectado e ingiere los bacilos. En el interior de la pulga, estos se multiplican espectacularmente, obstruyendo el esófago del parásito, impidiendo que pueda alimentarse y  éste, hambriento,  pica una y otra vez desesperadamente,  transmitiendo la enfermedad. 

   Si pica a un ser humano, el bacilo pasa al torrente sanguíneo y se aloja en los ganglios del sistema linfático. Cuando la difusión de estos es masiva vendrá la septicemia. Los parásitos propios del hombre, como los piojos, transmiten también la enfermedad. En la fase pulmonar, la transmisión  es de humano a humano, de ahí su enorme capacidad contagiosa.




La Pulga


La enfermedad en Europa

    A comienzos del siglo XIV hubo una época de carestía, provocada por diferentes factores: la bonanza de los siglos anteriores había provocado un exceso de población, con lo que el abastecimiento de toda ella, se redujo drásticamente. A esto habría que sumar el cambio climático producido a principios de siglo (pequeña edad de hielo). Aconteció una merma constante en los cultivos y cosechas, provocando hambrunas generalizadas y, con ello, una mayoría de la  sociedad debilitada en su sistema inmunitario. 


    La enfermedad en Europa


   El siglo anterior fue testigo de la formación del imperio mogol, que se extendía desde el mar de la China hasta el río Volga; con él se produjo la apertura de nuevas rutas comerciales entre occidente y oriente (ruta de la seda) que provocaron el florecimiento del comercio en ciudades mediterráneas como Génova, Venecia, Marsella o Barcelona.

   El proceso de urbanización acaecido en el siglo anterior creó una gran difusión de grandes ciudades comerciales, donde las condiciones higiénicas y de salubridad eran catastróficas. El retraso en la ciencia médica de la época es otro hecho a tener en cuenta. Todos estos factores crearon el caldo de cultivo apropiado para que la divulgación de la peste se disparara cuando llegó a Europa.

     La enfermedad, propia del sudeste asiático, se extendió por el imperio mogol. El primer foco europeo se produce en 1347, con el sitio de la colonia genovesa de Kaffa, en la actual Crimea. Los marinos genoveses que partieron de ella propagaron la enfermedad a todas las ciudades portuarias mediterráneas, en especial las italianas. A finales de 1347 la plaga ya se había transmitido por toda la península itálica. En 1348 la enfermedad se propaga sin contención posible, por Francia, España y Portugal, llegando a finales de año a Inglaterra, transmitiéndose al conjunto de las islas Británicas al año siguiente. Entre 1351 y 1352 se transmitió la enfermedad  por el centro de Europa y llegó a los países bálticos.



propagación de la peste negra

  
Entre 1347 y 1353, casi toda Europa y el oriente próximo se vieron afectados por la plaga. En 1353 la enfermedad mermó, pero se siguieron produciendo brotes de la misma durante el resto del siglo y comienzos del siguiente,  ayudada, sin duda, por la extensión de la guerra de los cien años.



Consecuencias demográficas


 Se calcula que en el período comprendido entre 1347 y 1353, de los casi ochenta millones de habitantes con los que contaba Europa, la peste produjo una mortandad de entre el 40 y el 50 por ciento. Esta no fue uniforme, y afectó más a unas regiones que a otras, sobre todo a los núcleos urbanos.

Expansión de la Peste Negra en Europa



Creencias de la época


 Como es lógico, en un mundo donde la preeminencia política y cultural pertenecía a la iglesia católica, la peste fue vista como un castigo divino por los pecados cometidos por la humanidad. Los cuatro jinetes del Apocalipsis parecían  campar a  sus anchas.  La ciencia de la época no contaba con el desarrollo y la técnica suficientes para enfrentarse a una plaga de semejantes características. Los médicos expusieron unas explicaciones tan peregrinas para la mortal enfermedad como conjunciones astrales. Los remedios no eran otros que la práctica de sangrías para recuperar el equilibrio en los fluidos corporales y la apertura y drenaje de los bubones, lo que contribuía a un más rápido proceso septicémico en el paciente.


 Las únicas medidas eficaces fueron tomadas por las autoridades, con cuarentenas y aislamiento de enfermos, actos, en ocasiones, de crueldad inusitada pues se abandonaban a los moribundos a su suerte.


Abandonados enfermos, a su suerte.


Repercusiones


 El impacto psicológico fue enorme. La muerte rodeaba por todos lados cualquier actividad humana. Como cuenta Bocaccio en el Decamerón, los más pudientes abandonaban las ciudades y se aislaban en villas campestres, lo que tampoco garantizaba la supervivencia, pues la muerte golpeó a ricos y pobres sin muchas distinciones.


Cuadro de repercusión del renacimiento


  Los cadáveres se hacinaban en las ciudades pudriéndose y siendo devorados por toda clase de alimañas. No se daba abasto para enterrar a tanta gente: se cavaban fosas enormes y se amontonaban los cuerpos en capas, formando varios pisos. A este panorama hay que sumarle las continuas guerras y las frecuentes hambrunas, dada la escasez de mano de obra para recoger las cosechas.

   Los cuadros de la época reflejaban estos acontecimientos y se hicieron famosas las representaciones de las famosas danzas macabras, donde esqueletos descarnados bailaban con sus victimas antes de ser llevadas. La muerte era una realidad diaria, cotidiana: el hombre aprendió a vivir en este sórdido ambiente.

  Se culpabilizó, además, a grupos como los judíos de provocar la enfermedad envenenando los pozos, lo que provocó persecuciones y matanzas a este colectivo que sirvió de chivo expiatorio en numerosas ocasiones.

  La incapacidad de la iglesia para dar explicación al mal y el verse afectada por él de la misma manera que el resto de la sociedad, provocó en muchos el cuestionamiento del orden establecido de cambiar a una mentalidad más racional, precursora del renacimiento.

  No todas las repercusiones fueron negativas: la despoblación generalizada hizo que la mano de obra escaseara y se mejoraran las condiciones laborales de los supervivientes. Muchos campesinos pudieron adquirir tierras que quedaron baldías y abandonadas, convirtiéndose en propietarios. 

  La escasez de población hizo necesaria la creación de inventos e ingenios para poder suplir la falta de mano de obra, (molinos, telares, etc.) lo que produjo un notable auge tecnológico.

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