Secciones

martes, 10 de abril de 2018

Bombones contra el Suicidio (por Tommy Agudo)




La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te va a tocar. Ambas frases pertenecen a uno de los filmes más célebres del gran Tom Hanks, Forrest Gump. Aunque, para ser más preciso, no es que nunca sepas lo que te va a tocar, sino lo que te PUEDE TOCAR. Digo esto porque esta vida insegura y este mundo cruel son vistos por muchas personas como un cementerio triste y sombrío, del cual quieren salir saltando al abismo. Un abismo que no tiene fin.

 Un Poco de Mi Vida

   En el mundo, somos MILLONES las personas que poseemos o hemos tenido TENDENCIAS SUICIDAS.  Sí, lo pongo con mayúsculas. Porque, lo queramos o no, EL SUICIDIO EXISTE. Y no hablar de este problema no ayuda para nada a frenarlo.

  Hay un topicazo increíble a la hora de hablar (si es que se habla alguna vez) de las personas que se han suicidado o intentado suicidarse. Se dice que el suicidio es cobardía, pero no es así. En algunos casos es simple y llana MALDAD, y en otros casos –la mayoría- es DESESPERACIÓN. Y tristeza.

  Tengo un diagnóstico de enfermedad mental desde hace siete años, pero mi enfermedad comenzó a dar sus primeros grandes coletazos hace quince. En esa época padecía acoso escolar, y eso, unido al trastorno mental que padezco, hizo que muchísimas veces desease suicidarme. No me llamo a mí mismo “suicida” por dos razones: la primera, que las etiquetas deben estar en los supermercados, y la segunda que, por más veces que lo he deseado, nunca lo he hecho, ni lo haré. Y el tiempo ha acabado dándome la razón al optar por VIVIR.

  Algunas personas –no diré quienes, porque me gustaría que este artículo corriese por las redes sociales como un bólido si fuese posible- me machacaban (y siguen haciéndolo) día y noche. Creía que mi vida iba a ser eternamente una película en la que solo salgo yo y quienes me machacan. Hasta que tuve mi primera CRISIS (que no brote psicótico, nunca lo he tenido ni creo que lo vaya a tener).

  A partir de ahí saltaron todas las alarmas. Gracias al trabajo de un psiquiatra y una trabajadora social trabé contacto con el Centro de Rehabilitación Laboral de San Blas de la Fundación Manantial. Y ha habido un cambio total en mi vida.

  Lo más importante –aparte de descubrir lo equivocado que estaba con las personas con enfermedad mental y con los ex presidiarios- fue que DESCUBRÍ a gente maravillosa. Gente que ha hecho de ayudar a los demás su modo de vida.


  Al entrar en ese CRL me sentía igual de solo que un niño abandonado. Pero crucé la puerta de la vida y me encontré con un arco iris. Ese arco iris lo componen mi coordinador de grupo y los buenos amigos que he hecho, no solo en el CRL, sino también fuera.

  Aunque quienes no voy a decir siguen machacándome, tengo desde hace siete años algo que no tuve durante mucho tiempo: ESPERANZA. Esperanza de no estar solo. Parece una chorrada, pero no lo es. Desde hace siete años tengo contacto con gente que no es de mi propia familia, algo que antes no tenía. Y tengo amigos. Pocos, pero amigos. Antes tampoco los tuve.

    Sigo teniendo tendencias suicidas por problemas personales. Pero la vida es así. Es abrir una puerta detrás de otra. Unas veces abres la puerta y te encuentras un montón de mierda, pero otras veces la abres y te aparece un arco iris. 

   Para los que queráis quitaros de en medio, seguid leyendo. Vosotros pasáis o habéis pasado por un auténtico infierno, la mierda que he mencionado antes. Pero mentalizaros de una cosa: tenéis el derecho y el deber de ver todos los arco iris que podáis, y si os quitáis de en medio perderéis la oportunidad de verlos. Y lo que es peor, habréis echado mierda sobre otras personas.


  Pongamos un ejemplo. Si hace catorce años me hubiese quitado la vida no hubiera conocido a ese hombre maravilloso que es Alfonso (el coordinador del grupo), ni a ese tío genial que es Miguel Ángel. Tampoco hubiese conocido a mi querida Débora, ni sería el director de un programa de radio sobre una de mis pasiones, el folclor latinoamericano. No habría disfrutado enormemente del Orgullo Gay, no hubiese sido el único miembro de mi familia en publicar artículos y dar un pequeño discurso en público. No hubiese trabajado junto a dos personas tan famosas como JORGE SANZ  y DAVID TRUEBA*1 Ni tampoco hubiese sido felicitado por la Fundación Manantial gracias a la labor que realicé para un consejero de cuyo nombre no me acuerdo. Y lo que es más importante, no hubiese conocido a un pequeño “granujilla” de 12 años, de nombre Jorge,  que resulta ser uno de mis primos.

  Insisto: la vida es como una caja de bombones. No es que no sepas lo que te vaya a tocar, sino LO QUE TE PUEDE TOCAR. Para bien y para mal. E insisto otra vez, habrá bombones que sabrán a mierda pura, pero TIENES EL DEBER DE INTENTAR DISFRUTAR DE TODOS, PORQUE AUNQUE NO SEPAS SI SABRÁN BIEN O MAL, TIENES EL DEBER DE DISFRUTAR DE TODOS los que saben bien. Pero para poder hacerlo, tienes que comerlos TODOS. Porque tú puedes ser también el bombón dulce de otra persona.

*1 si alguien quiere saber más sobre esto último que lo diga en la zona de comentarios y lo cuento. Prometido.