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lunes, 29 de abril de 2024

                                                     Historia de Covadonga

(Asturias)

Ribadesella


            Partiendo de Ribadesella, paseando por la Grúa junto a los cuadros de Mingote y la rica cultura Celta, dejando atrás las Cuevas de Tito Bustillo, nos dirigiremos por la carretera de Arriondas a la vera del Rio Sella, famoso por su internacional descenso y protagonista de grandes riadas. Visitaremos la bellísima ciudad de Cangas de Onís, donde tendremos la ocasión de sacarnos una foto bajo el puente medieval del cual está colgada la emblemática cruz asturiana (Cruz de la Victoria), símbolo icónico de Don Pelayo tras el logro en la Batalla de Covadonga. Y tan solo a 10km llegaremos a Covadonga. 
Cuna del primer rey de España y caudillo de la reconquista, Don Pelayo. 

Rey Pelayo junto a la Basílica


            Covadonga se ha descrito desde muchas perspectivas, pero se puede resumir en una palabra: SANTUARIO. Tanto el paisaje natural (Parque Natural de Los Picos de Europa), la historia (rica en cultura, gastronomía y personajes)y la fauna (ardillas, lirones, pequeñas aves, águilas y halcones, también topos, trepadores, pájaros carpín y como no, los famosos y emblemáticos asturcones) nos llevan a la ensoñación.

            Al subir la carretera serpenteante nos encontramos entre inmensos arboles llenos de vida coreando y bailando con el sonido del viento, acompañados de los silbidos de las aves y el bronco rugir de la cascada que brota las aguas del Orandi a los pies de la Santina. Un conjunto filarmónico que parece estar dirigiendo el mismísimo Rey Don Pelayo desde la rosada Basílica, templo de la Santa Cueva, mientras él canta: “Nuestra esperanza está en Cristo + este pequeño monte será la salvación”.



LA SANTA CUEVA: TEMPLO DEL MILAGRO

             Tras la Batalla de Guadalete en el año 711, el rey visigodo Don Rodrigo fue derrotado y Don Pelayo junto con sus tropas se retiraron hacia la zona cántabra. Toledo se había rendido sin lucha y los árabes habían conseguido abrir un paseo militar triunfante hacia el norte. Don Pelayo pudo entrar en Gijón sorteando cortésmente al jefe de las guarniciones islámicas, refugiándose finalmente en el monte Auseva y la Cueva de la Señora, alertando así a sus fieles de la inminente llegada de los árabes.

            A medida que fue atravesando Castilla se le unieron a su comitiva muchos nativos vencidos en la batalla de Guadalupe, que acrecentaron su ejército. Ya en el norte de Asturias y habiendo dado la voz de alarma, la geografía del paraje hizo de fortaleza para los cristianos, quienes, con los años, fueron derrotando a los musulmanes, pese a que no conseguían ganar terreno.

             Durante los años 718-722, los pequeños triunfos aumentaban, así como la motivación y la fe en la victoria de los cristianos, lo que propició un crecimiento en sus tropas. Los montes y los bosques seguían favoreciéndoles en las batallas dado que, los árabes, se veían obligados a tener que luchar en campo abierto frente a un ejército mejor preparado y armado. 

La Santa Cueva 


         Se cuenta que los cristianos, refugiados en la Santa Cueva, arrojaban de vuelta las piedras que, eran lanzadas por los árabes con catapultas; otros dirán, que fue milagro de la Virgen (Templo del Milagro) quien, con su poder divino, las retornaba para así vencer a los enemigos.

Finalmente, los musulmanes acabarían huyendo dejando un enorme entusiasmo entre los cristianos.

                Pero, ¿cómo sobrevivieron tantos años, refugiados en la Santa Cueva? ¿Cómo pudieron coger fuerzas para derrotar a los guerreros árabes? Covadonga recibe el calificativo de SANTUARIO, SANTA O TEMPLO, pero en realidad queremos decir “Cueva de la Señora”. Podemos hablar de Reconquista, pero también de supervivencia y de fe, pues los cristianos, hallaron alimento en su propio refugio, La cueva, ¿milagro? Se trata de miel.  Las abejas la habrían producido en las colmenas construidas en las hendiduras de las rocas y, de esta manera, el ejército, aunque debilitado, habría conseguido fortalecerse lo suficiente para hacer frente a cada batalla.

                Contada la historia y habiendo acompañado a Don Pelayo junto con sus fieles hacia una célebre victoria es hora de trasladarnos a la época actual y visitar el escenario protagonista de la epopeya cristiana. 


RECORRIDO POR LA CUEVA

            Antes de entrar en la ante-cueva, tendremos la ocasión de hacer una pequeña ofrenda encendiendo una o dos velas en favor de algún ser querido o, por nuestra propia causa, ya sea salud, prosperidad y/o fortuna.                                                                                         

 Entrada de la Ante Cueva

La vela roja representa el amor y está relacionada con el fuego, el valor, la fuerza y la autoestima. Simboliza vitalidad. En cuanto a la vela blanca, proporciona protección; está vinculada a la salud, a ella se le atribuye tanto el bienestar físico como el mental.

 Nos ponemos en marcha. Una calidez y un aroma a parafina nos acompañarán por las frías rocas de la gruta hasta llegar a una apertura en el túnel.

 Nos encontramos, ante las “Tres Cruces”, a través de las cuales divisamos la basílica y si nos atrevemos a jugar con la mirada podremos ver también la fascinante degradación de verdes y matices grises que dejan las piedras a lo largo de las montañas. 

"Tres Cruces" y al fondo la Basílica

Más adelante, atravesando los portones, a nuestra derecha, los peregrinos nos invitan a la oración con el “Himno a la Santina”.

                                          "Bendita la Reina de nuestra montaña                                                                                               que tiene por trono la cuna de España                                                         y brilla en la altura más bella que el sol 

Es Madre y es Reina

                                          Venid peregrinos                                                                                                                                que ante ella se aspiran amores divinos                                                       y en ella está el alma del pueblo español.

                                          Dios te salve Reina y Madre                                                                                                             del pueblo que te corona                                                                                                                           y entre cánticos que entona                                                                           te da el alma y corazón.

                                          Causa de nuestra alegría                                                                                                                   vida y esperanza nuestra                                                                                                                   bendice a la patria y                                                                            muestra que sus hijos tuyos son."

Himno a la Santina


            Paso a paso oiremos y sentiremos cada vez más el rugir del "chorrón" que brota las aguas del Orandi y que resuena por dentro de la Cueva. Si el día acompaña y hay tormenta percibiremos la protección que Don Pelayo y sus tropas tuvieron, pues tendremos la sensación de estar en batalla.  

Tras haber bendecido a la Virgen, caminando 10 metros y cruzando de nuevo dos puertas, un limosnero de piedra y hierro forjado nos reza: “No sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha cuando hagas limosnas”. “Es Madre y es Reina”, un ramo de flores podrás traer contigo en la mano si eres devoto de su gracia y, depositarlo a mano izquierda antes de subir los escalones que nos llevan a ELLA.                                                                                                                                                      

101 escalones se sitúan a nuestra derecha, y nos llevan a un caminito junto a la base del chorrón.

Con precaución y calzado adecuado podremos dirigir nuestros pasos hacia la famosa “Fuente del matrimonio”. Sitio de referencia para jóvenes que quieren pronto desposarse, dado que según dicta la leyenda: “La Virgen de Covadonga tiene una fuente muy clara, la niña que de ella bebe, dentro del año se casa”.


"Fuente del matrimonio"·



            Desde abajo tendremos una perspectiva clara de lo difícil que les resultaría a los musulmanes alcanzar con piedras a los refugiados cristianos sitiados bajo el manto de la Santísima. También podremos ver a “Los Leones” que guardan y vigilan la entrada al Santuario.

Al regresar a la ermita se puede rezar el mítico epígrafe en la tumba del Rey Don Pelayo:

 «Aquí yace el Rey Don Pelayo, electo el año 716, que en esta milagrosa cueva comenzó la restauración de España. Vencidos los moros, falleció el año 737 y le acompaña su mujer y su hermana».


Tumba de Don Pelayo




            Es el turno de prestar nuestra devoción, en la Ermita, a la Santina, protectora y guía de nuestros pasos, madre de los peregrinos y salvadora de los cristianos que, defendieron el reino y la cueva, en la Reconquista.

 Adornada con corona, capa y manto dorado, luce tonos rojizos y blancos. Por detrás el manto deja ver un tono azul celeste. Tres caras de pequeños ángeles con una dulce sonrisa en sus rostros y puñados de flores se postran a sus pies.

Antiguamente La Virgen era llamada “María Santísima de las Batallas” (la que fuera la primera, ya que fue robada durante la guerra y sería sustituida). En la Santa Cueva se hallaban dos imágenes de La Virgen. Una se regaló a cambió de la Cruz de la Victoria por la Iglesia de Oviedo y a día de hoy está en la Catedral de la capital asturiana. Y la otra era la primitiva, la que recibiría la veneración de los fieles.

 Saliendo de la Ermita, volviendo por nuestros pasos a través del túnel, dejaremos a nuestra izquierda el Museo y la tienda de regalos, contemplando a lo lejos la inmensa plaza de la Basílica Santa María La Real de Covadonga, bautizada así en 1901.

A medida que nos aproximamos podemos ir apreciando el color rosáceo del mármol y los tonos rojizos de los tejados, dos torres adornan cada uno de sus laterales los cuales destacan no solo por su altura sino por su color grisáceo y su acabado en punta.

 Esta obra arquitectónica fue encomendada a Roberto Frassinelli y, su Majestad el Rey Alfonso XII fue quien la comenzó. En el año 1877, se colocaría la primera piedra de la mano de Sanz y Forés.

Si se observa la Basílica desde el sendero que conduce a la Cruz de Priena, parece estar perdida dentro de las montañas, entre árboles y niebla. Un lugar digno de alabanza, gloria y veneración. A su lado Don Pelayo junto a las tres banderas, nos invitan al rezo y a la contemplación y, como no, a una visita sin lugar a dudas, imposible de olvidar.   

  Bienvenidos a Covadonga.