Historia de Covadonga
(Asturias)
Ribadesella |
Rey Pelayo junto a la Basílica |
LA SANTA
CUEVA: TEMPLO DEL MILAGRO
Tras la Batalla de Guadalete en
el año 711, el rey visigodo Don Rodrigo fue derrotado y Don Pelayo junto con
sus tropas se retiraron hacia la zona cántabra. Toledo se había rendido sin
lucha y los árabes habían conseguido abrir un paseo militar triunfante hacia el
norte. Don Pelayo pudo entrar en Gijón sorteando cortésmente al jefe de las
guarniciones islámicas, refugiándose finalmente en el monte Auseva y la Cueva
de la Señora, alertando así a sus fieles de la inminente llegada de los árabes.
A medida que fue atravesando Castilla se le unieron a su
comitiva muchos nativos vencidos en la batalla de Guadalupe, que acrecentaron
su ejército. Ya en el norte de Asturias y habiendo dado la voz de alarma, la geografía
del paraje hizo de fortaleza para los cristianos, quienes, con los años, fueron
derrotando a los musulmanes, pese a que no conseguían ganar terreno.
Durante
los años 718-722, los pequeños triunfos aumentaban, así como la motivación y la
fe en la victoria de los cristianos, lo que propició un crecimiento en sus
tropas. Los montes y los bosques seguían favoreciéndoles en las batallas dado
que, los árabes, se veían obligados a tener que luchar en campo abierto frente
a un ejército mejor preparado y armado.
Finalmente, los musulmanes acabarían huyendo dejando un
enorme entusiasmo entre los cristianos.
Pero,
¿cómo sobrevivieron tantos años, refugiados en la Santa Cueva? ¿Cómo pudieron
coger fuerzas para derrotar a los guerreros árabes? Covadonga recibe el
calificativo de SANTUARIO, SANTA O TEMPLO, pero en realidad queremos decir
“Cueva de la Señora”. Podemos hablar de Reconquista, pero también de
supervivencia y de fe, pues los cristianos, hallaron alimento en su propio refugio,
La cueva, ¿milagro? Se trata de miel. Las
abejas la habrían producido en las colmenas construidas en las hendiduras de
las rocas y, de esta manera, el ejército, aunque debilitado, habría conseguido
fortalecerse lo suficiente para hacer frente a cada batalla.
Contada
la historia y habiendo acompañado a Don Pelayo junto con sus fieles hacia una
célebre victoria es hora de trasladarnos a la época actual y visitar el
escenario protagonista de la epopeya cristiana.
RECORRIDO
POR LA CUEVA
Antes de entrar en la ante-cueva, tendremos la ocasión de hacer una pequeña ofrenda encendiendo una o dos velas en favor de algún ser querido o, por nuestra propia causa, ya sea salud, prosperidad y/o fortuna.
Entrada de la Ante Cueva |
La vela roja representa el
amor y está relacionada con el fuego, el valor, la fuerza y la autoestima.
Simboliza vitalidad. En cuanto a la vela blanca, proporciona protección; está
vinculada a la salud, a ella se le atribuye tanto el bienestar físico como el
mental.
Nos ponemos en marcha. Una calidez y un aroma
a parafina nos acompañarán por las frías rocas de la gruta hasta llegar a una
apertura en el túnel.
Nos encontramos, ante las “Tres Cruces”, a través de las cuales divisamos la basílica y si nos atrevemos a jugar con la mirada podremos ver también la fascinante degradación de verdes y matices grises que dejan las piedras a lo largo de las montañas.
"Tres Cruces" y al fondo la Basílica |
Más adelante,
atravesando los portones, a nuestra derecha, los peregrinos nos invitan a la
oración con el “Himno a la Santina”.
"Bendita la Reina de nuestra montaña que tiene por trono la cuna de España y brilla en la altura más bella que el sol
Es Madre y es Reina
Venid peregrinos que ante ella se aspiran amores divinos y en ella está el alma del pueblo español.
Dios te salve Reina y Madre del pueblo que te corona y entre cánticos que entona te da el alma y corazón.
Causa de nuestra alegría vida y esperanza nuestra bendice a la patria y muestra que sus hijos tuyos son."
Himno a la Santina |
Paso a paso oiremos y sentiremos
cada vez más el rugir del "chorrón" que
brota las aguas del Orandi y que resuena por dentro de la Cueva. Si el día
acompaña y hay tormenta percibiremos la protección que Don Pelayo y sus tropas
tuvieron, pues tendremos la sensación de estar en batalla.
Tras haber bendecido a la Virgen, caminando 10 metros y cruzando de nuevo dos puertas, un limosnero de piedra y hierro forjado nos reza: “No sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha cuando hagas limosnas”. “Es Madre y es Reina”, un ramo de flores podrás traer contigo en la mano si eres devoto de su gracia y, depositarlo a mano izquierda antes de subir los escalones que nos llevan a ELLA.
101 escalones se sitúan a nuestra derecha, y nos llevan a un caminito junto a la base del chorrón.
Con precaución y calzado adecuado podremos dirigir nuestros pasos hacia la famosa “Fuente del matrimonio”. Sitio de referencia para jóvenes que quieren pronto desposarse, dado que según dicta la leyenda: “La Virgen de Covadonga tiene una fuente muy clara, la niña que de ella bebe, dentro del año se casa”.
"Fuente del matrimonio"· |
Desde abajo tendremos una perspectiva clara de lo difícil que les resultaría a los musulmanes alcanzar con piedras a los refugiados cristianos sitiados bajo el manto de la Santísima. También podremos ver a “Los Leones” que guardan y vigilan la entrada al Santuario.
Al regresar a la ermita se puede
rezar el mítico epígrafe en la tumba del Rey Don Pelayo:
«Aquí
yace el Rey Don Pelayo, electo el año 716, que en esta milagrosa cueva comenzó
la restauración de España. Vencidos los moros, falleció el año 737 y le
acompaña su mujer y su hermana».
Tumba de Don Pelayo |
Adornada con corona,
capa y manto dorado, luce tonos rojizos y blancos. Por detrás el manto deja ver
un tono azul celeste. Tres caras de pequeños ángeles con una dulce sonrisa en
sus rostros y puñados de flores se postran a sus pies.
Antiguamente La Virgen era
llamada “María Santísima de las
Batallas” (la que fuera la primera, ya que fue robada durante la guerra
y sería sustituida). En la Santa Cueva se hallaban dos imágenes de La Virgen.
Una se regaló a cambió de la Cruz de la Victoria por la Iglesia de Oviedo y a
día de hoy está en la Catedral de la capital asturiana. Y la otra era la
primitiva, la que recibiría la veneración de los fieles.
Saliendo de la Ermita, volviendo por nuestros
pasos a través del túnel, dejaremos a nuestra izquierda el Museo y la tienda de
regalos, contemplando a lo lejos la inmensa plaza de la Basílica Santa María La
Real de Covadonga, bautizada así en 1901.
A medida que nos aproximamos
podemos ir apreciando el color rosáceo del mármol y los tonos rojizos de los
tejados, dos torres adornan cada uno de sus laterales los cuales destacan no
solo por su altura sino por su color grisáceo y su acabado en punta.
Esta obra arquitectónica fue encomendada a
Roberto Frassinelli y, su Majestad el Rey Alfonso XII fue quien la comenzó. En
el año 1877, se colocaría la primera piedra de la mano de Sanz y Forés.
Si se observa la Basílica desde el sendero que conduce a la Cruz de Priena, parece estar perdida dentro de las montañas, entre árboles y niebla. Un lugar digno de alabanza, gloria y veneración. A su lado Don Pelayo junto a las tres banderas, nos invitan al rezo y a la contemplación y, como no, a una visita sin lugar a dudas, imposible de olvidar.
Bienvenidos a Covadonga.
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