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martes, 17 de septiembre de 2024

QUILAPAYUN EN SALA VILLANOS

Queridos amigos lectores de SaBer y Ocio, ayer ha sido una jornada para la nostalgia. Nostalgia de una década de combate político y cultural que ya pasó, y que, para bien o para mal, no volverá. Ayer pudimos trasladarnos a los años setenta de la mano de uno de los grupos musicales más emblemáticos de aquella época: Quilapayun. 

Primero, un poco de historia.

El grupo Quilapayún nació en Chile, allá por el año 1965, en una época de utopías y de realidades crueles. Siendo dirigidos inicialmente por el gran cantautor chileno Víctor Jara, su compromiso con los más desfavorecidos de América Latina les llevó a apoyar al gobierno de Salvador Allende, que ganó las elecciones en 1970. En ese mismo año, el grupo grabó la obra cumbre de la música chilena, la Cantata Santa María de Iquique; se trata de una obra compuesta por Luis Advis que narra la historia de un grupo de mineros que, tras encerrarse en una escuela (la Escuela Santa María) de la ciudad de Iquique en el marco de una huelga (que iniciaron debido a las precarias condiciones salariales que tenían), fueron asesinados. 

La Cantata fue un éxito, y recibían el absoluto respaldo del público chileno, pero las cosas iban a cambiar. El día 11 de Septiembre de 1973, mientras se encontraban en Francia, recibieron una noticia que cambiaría sus vidas para siempre. Ese día, el presidente chileno Salvador Allende había sido derrocado por un cruento golpe de estado liderado por un general traidor, el General Pinochet. 

El apoyo del grupo a Allende (o, como le conocía el pueblo chileno, Don Chicho) hizo que  no les quedase más remedio que permanecer exiliados en Francia durante quince años (algunos de sus miembros, de hecho, siguen viviendo allí). Desde Europa pudieron percibir la solidaridad del mundo entero con el pueblo chileno, y, más concretamente, ellos recibieron inmediatamente una solidaridad política y personal que les posibilitó habitar una serie de viviendas en un edificio de la localidad parisina de Colombes.

En el año 1988, Pinochet convocó a todos los chilenos a un plebiscito para el cual permitió la vuelta de los exiliados, y, tras perderlo, tuvo que convocar las que serían las primeras elecciones democráticas después de 1973. Después de esto, dos de los integrantes que estaban en el grupo (Eduardo Carrasco y Ricardo Venegas) abandonaron el grupo y regresaron del exilio. 

Los años 90 estuvieron marcados por el descenso de la actividad del grupo y por una fuerte crisis, producto de las desavenencias con Rodolfo Parada, entonces director artístico de Quilapayún, que motivaron el alejamiento de Hugo Lagos, Hernán Gómez, Carlos Quezada, Guillermo García (este último fue expulsado por Parada y el director musical, Patricio Wang) y el mencionado Ricardo Venegas, siendo todos ellos sustituidos por otros músicos. Estas desavenencias y el registro de la marca a título personal por parte de Parada motivaron que los primeros (más Eduardo Carrasco y Rayén Méndez, viuda del ex miembro Willy Oddó) iniciaran acciones legales en contra de Parada y el grupo que dirigía, y tomaron la sabia decisión de reunirse de nuevo para retomar Quilapayun.

Abriendo la Muralla

El concierto se dividió en dos partes: la Cantata Santa María de Iquique y Quince Canciones Esenciales. Como es lógico, dadas las características del grupo, por el concierto desfilaron los siempre emotivos "fantasmas" de Víctor Jara, Nicolás Guillén, Sergio Ortega, Pablo Neruda y Federico García Lorca. Y, cómo no, hubo una "maldición" a Pinochet (Malembe) y una llamada a la unidad de los pueblos (El Pueblo Unido). Asimismo, el público fuimos testigo del agradecimiento que sienten Quilapayun por la localidad de Colombes. 



Foto: cortesía de Hernán Honores (Macondo Konzerte)


Por diversos motivos, Quilapayun es un grupo que se presenta con distintas formaciones. La que pudimos ver en la Sala Villanos fue la siguiente: Carlos Quezada Salas, Sebastián Quezada , Ricardo Venegas Carhart, Caito Venegas, Eduardo Carrasco Pirard, Ismael Oddó Méndez y un nuevo valor, Christian Mancilla. En otros conciertos de esta gira participaron, además, Luis Hernán Gómez Larenas y Rubén Escudero Pinto. 

 Este fue el programa de concierto (que podemos insertar, en parte, gracias a la exquisita amabilidad de Ismael Oddó):

-Cantata Santa María de Iquique 
-Vendaval
-Canto Negro
-Premonición a la Muerte de Joaquín Murieta
-Memento
-La Mariposa (Themenis Laothoe Quilapayunia)
-Tren a Valparaíso
-El Cigarrito
-Funeral
-Guajira Chilena
-Vals de Colombes
-La Muralla
-Malembe
-El Derecho de Vivir en Paz
-El Pueblo Unido 


Quilapayun es un grupo con una larguísima tradición. Hubiera sido rentable, cómodo y barato quedarse anclados en un pasado que muchos rememoran con nostalgia (y, por qué no decirlo, con un punto de tristeza), pero, como lo barato sale caro y ellos son verdaderos artistas, han optado por renovarse. Y ahí está el mérito de su labor. No llego a imaginarme lo difícil que puede llegar a ser resumir en dos horas una carrera de 59 años, a sabiendas de que siempre quedará alguien parcialmente descontento por no haber escuchado la canción que quería. Ese es un riesgo que tienen que asumir tanto artistas como admiradores, eso sí, sin que nos llevemos las manos a la cabeza. 

El concierto tuvo una cálida acogida por parte del público, que disfrutó como pocas veces de un show donde (pese a algún pequeño fallo durante la Cantata Santa María de Iquique) el arte se conjugó con la espectacularidad. 

El grupo chileno más importante de la historia ha dejado bien claro de qué pasta están hechos sus integrantes. Yo no sé si han hecho un pacto con Lucifer o qué, pero me pregunto cómo se puede estar en condiciones para realizar una gira después de tantas décadas de buen hacer artístico. Si ellos lo saben, que me digan qué pacto han hecho para que yo pueda estar como ellos en el futuro. Dice el refrán que "los viejos rockeros nunca mueren"; los "viejos" folkloristas, tampoco. 

                                                                                                                                        Jose Tomás Agudo


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