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lunes, 28 de enero de 2013

Sociedades Secretas

 Historia de la Masonería en España

Los orígenes


   En junio de 1717 se funda la gran Logia de Inglaterra, marcando el inicio de la masonería especulativa moderna.

  Diez años más tarde recibirían una carta procedente de España donde súbditos ingleses solicitaban la constitución oficial de una logia en Madrid. Los principales propulsores de esta idea fueron Charles Labeyle y el Duque de Wharton.

  La logia madrileña, constituida en un hotel francés de la calle de San Bernardo se registró con el número 50 y recibió el nombre de las tres flores de Lys o French Arms (nombre del hotel donde se constituyó), y también Matritense.

   Esta logia tuvo el honor de ser la primera reconocida por la Gran Logia de Inglaterra en el continente.
En 1729 se constituía la logia Saint John of Jerusalem en Gibraltar. Otros grupos de ciudadanos trataron de crear logias a lo largo del siglo XVIII en Madrid, Barcelona y Cádiz. Pero a pesar de la proliferación de algunas logias, la presencia de la masonería en España fue anecdótica, perteneciendo a ella especialmente extranjeros, militares o comerciantes. El motivo fue la prohibición y la persecución de esta institución por la Corona y la Inquisición.
Logia masónica
   En 1780, el Conde de Aranda fundó el Gran Oriente Nacional de España (antecedente del actual Gran Oriente español) y fue su primer Gran Maestre.
Esta logia contó entre sus miembros con personalidades como el Marqués de Urquijo, Juan Antonio Llorente y Moratín.
No obstante, seguía vigente la prohibición estatal y religiosa, por lo que la masonería siguió sin tener repercusión durante todo el siglo XVIII.

La influencia de la invasión francesa y la proliferación de la masonería

  El panorama cambia radicalmente a comienzos del siglo XIX con motivo de la invasión francesa y el reinado de José Bonaparte (masón). Se abolió la inquisición y con ella la persecución a la masonería, y proliferaron las logias en toda la geografía española.

  En 1809 se constituye un segundo Gran Oriente, funcionando con el rito escocés antiguo. Esta institución es disuelta en 1813, tras la derrota francesa, y la restauración en el trono de Fernando VII y con ella la restitución de la Inquisición.
Cabe destacar que gracias a la libertad que la masonería ofrecía a sus miembros, muchos de ellos militaron en el bando contrario a José I.
En 1811 el Conde Grasse-Tylly instituyó un segundo Consejo Supremo del Grado 33 y rito escocés antiguo y aceptado, el cual perdura en nuestros días en fraternidad con la logia de España. La primera logia creada en 1811, bajo los auspicios de este consejo fue la logia de la Estrella, luego las de Beneficencia y Santa Julia, que junto con la primera, fundaron el Gran Oriente español.
Algunos de sus miembros tuvieron un papel decisivo en la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812, como el Conde de Toreno, Argüelles, José María Calatrava.
Pero estas propias Cortes de Cádiz, influenciadas aun por sectores eclesiales proscribieron esta institución el 19 de enero de 1812.

Evolucion durante el siglo XIX

   Con la llegada de Fernando VII la masonería pasa de nuevo a la clandestinidad, y permanecerá así durante todo su reinado con excepción del trienio liberal.
Durante el reinado de Isabel II la masonería sigue proscrita oficialmente, pero la abolición de la inquisición y la relajación de su persecución, permiten que esta opere con relativa normalidad. Pertenecieron a ella personajes influyentes del régimen como Martínez de la Rosa, Javier de Burgos, Vázquez Figueroa, Espoz y Mina, O´Donell, Alcalá  Galiano, Istúriz y los escritores Larra y Espronceda.
Fernando VII
La Revolución de 1868

   Con el triunfo de la Revolución de 1868, la masonería deja oficialmente de estar proscrita y entra en una de sus edades doradas, ya que la mayoría de las más insignes figuras del nuevo régimen liberal pertenecen a ella. Se podría atribuir a la propia masonería el triunfo de la Revolución. Destacan personajes como Prim, Ruiz Zorrilla, Dulce y Sagasta.
Gobierno provisional de 1868
   Se forma el Grande Oriente de España en 1869, de carácter más liberal que el anterior y cuyo primer Gran Maestre fue Ruiz Zorrilla (Presidente del Gobierno), sucedido por Sagasta.  Este Gran Oriente fue constituido por 370 logias en toda España.
Militaron en él personajes de la talla de Segismundo Moret, Cristino Martos, Salmerón, Madoz, Orense y Echegaray.
Reglamento del Gran Oriente Español
   El 21 de mayo de 1889 se fusionan el Gran Oriente nacional de España y el Gran oriente y surge el Gran Oriente español, cuerpo que mantiene, desde entonces, la regularidad y la legitimidad histórica de la masonería española. Su primer Gran Maestre y soberano Gran Comendador fue el catedrático Miguel Morayta.

   Masones ilustres de este período son, entre otros muchos los ministros de la restauración don Bonifacio de Blas y Muñoz, don Gaspar Núñez de Arce y don Vicente Romero Girón. 

   El Gran Oriente Español celebra una Gran Asamblea Nacional los días 21 al 24 de octubre de 1923 en la que se acuerda la reorganización, dividiendo el territorio mediante la creación de las Grandes Logias: del Centro de España, con sede en Madrid; del Noroeste, en Gijón; del Nordeste, en Barcelona; del Levante, en Alicante; del Mediodía, en Sevilla; de Marruecos, en Tánger; y del Sudeste, en Cartagena.

La dictadura de Primo de Rivera

   Durante la dictadura de Primo de Rivera, con la marcha atrás de las libertades, se produce un nuevo resurgir de la Masonería, aumentando el numero de logias hasta las 85 que figuraban en el Anuario Masónico del Grande Oriente Español correspondiente a 1927, y las 105 que se enumeraban en el de 1931. En lo que se refiere a la Gran Logia Española pasó, de 10 en 1922, a 42 en 1927, y a 52 en 1931.
Escudo del Gran Oriente Español

   A pesar de la prohibición de la Masonería decretada por el directorio militar, no se puede hablar durante estos años de una autentica persecución, por lo que muchos aprovecharon el descontento con la situación política para iniciarse como masones. Entre los masones que componían el Grande Oriente Español en el primer tercio del siglo se encontraban: Don Fernando de los Ríos, Mariano Benlliure, Rodolfo Llopis y Eduardo Ortega y Gasset.

La masoneria y la Segunda República

  Con el advenimiento de la República, tras las elecciones municipales de abril de 1931 y 1934, la Masonería española tuvo en teoría su mejor momento en cuanto al numero y aparente calidad de sus miembros, aunque la realidad es que la Orden admitió en su seno a profanos que en muchas ocasiones carecían de las cualidades morales y espirituales que definen a un masón, sin que eso signifique que no estuvieran dotados de otras. El resultado fue que estos nuevos hermanos propiciaron una no deseable politización de las logias, que las apartó del trabajo puramente masónico.

   La orientación que los recientes miembros de los talleres imprimieron al trabajo masónico fue pagada muy duramente por la Orden en los años sucesivos.
La República fue acogida con alborozo por la Masonería española, «La República es nuestro patrimonio» titulaba el Boletín Oficial del Supremo Consejo para España y sus dependencias. En aquel momento, el total de logias del Grande Oriente Español llegaba a 167, y el número de miembros apenas era superior a los 5.000.
Constitución de la II República española
 En 1933, del 23 al 27 de junio, siendo Gran Maestro don Diego Martínez Barrio, se celebra en Barcelona una Gran Asamblea Nacional del Grande Oriente Español en la que es aprobada la nueva constitución de la Obediencia, los estatutos y reglamentos generales que la desarrollaron, debiendo ya ser redactados en el exilio mexicano. Ambos cuerpos jurídicos están aun vigentes.

La Guerra civil y el franquismo

  En julio de 1936 el Grande Oriente Español se aproximaba a 200 logias y el numero de sus miembros rondaba los 6.000. Ya desde los primeros días, en el bando nacionalista se comienza a fusilar masones, por el simple hecho de serlo y sin mediación de ninguna otra acusación.
Finalizada la guerra con la victoria del general Franco, el odio mas irracional se ensaña contra la Masonería, dictándose la llamada ley de represión de la Masonería y el comunismo de 1-III-1940, en la que de forma incomprensible se meten en un mismo saco a masones y comunistas, estos tan encarnizados enemigos de la Masonería como el propio general Franco.

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